6 abr 2015

Aullidos en Donetsk




Acabo de regresar de la sufridora República Popular de Donetsk.

Ya estoy de vuelta en la espléndida e insolente OTANistán. Muchos –en Donbass, en Moscú y ahora en Europa– me han preguntado qué es lo que más me ha sorprendido de la visita.

Podría empezar parafraseando a Allen Ginsberg en Aullido: “He visto a las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura.”

Pero eso era la Guerra Fría de mediados de los 50. Ahora nos encontramos en los inicios de la Guerra Fría 2.0 del siglo XXI.

Así que lo que vi fueron los espantosos efectos secundarios de las peores mentes de mi generación, y de las siguientes, corroídas por la locura (de la guerra).

Vi refugiados en el lado ruso de la frontera, principalmente familias normales europeas de clase media, cuyos hijos, cuando llegaron al refugio, se escondían debajo de la mesa al escuchar un avión en el cielo.

Vi al Dylan de Donetsk refugiándose en su solitaria habitación en una residencia para veteranos, convertida en un refugio antiaéreo, luchando contra la tristeza y la desesperación cantando canciones de amor y heroísmo.

Vi familias enteras atrincheradas en completamente decorados refugios antiaéreos de la época soviética aterrados de salir, traumatizados por los bombardeos orquestados por las “operaciones antiterroristas” 

Vi una ciudad industrial moderna y trabajadora medio vacía y parcialmente destruida, pero no doblegada, capaz de sobrevivir por sus agallas y su astucia, con algo de ayuda de los convoyes humanitarios rusos.

Vi a chicas preciosas charlando junto a la estatua de Lenin en la plaza central lamentándose de que su única oportunidad de pasar un buen rato eran las fiestas familiares en casa las unas de las otras porque la vida nocturna ha muerto y “estamos en guerra”.

Vi la práctica totalidad del barrio de Oktyabrsky, junto al aeropuerto, bombardeado como si se tratara de Grozny, prácticamente desierto, salvo por algunas babushkas solitarias que no tienen dónde ir y tienen demasiado orgullo para renunciar a sus retratos familiares de los héroes de la Segunda Guerra Mundial.

VI puestos de control como si volviera a estar en Bagdad en la ofensiva de Petraeus.

Vi al principal medico de traumatología en un importante hospital de Donetsk confirmar que no ha habido ni Cruz Roja ni ayuda humanitaria internacional para la gente de Donetsk.

Vi a Stanislava, una de las mejores y más expertas francotiradoras de la RPD, encargada de nuestra seguridad, llorar al poner una flor en el lugar de una dura batalla en la que su batallón se encontró bajo el fuego ucraniano, donde veinte soldados resultaron gravemente heridos y uno murió, y donde ella fue herida por la metralla y sobrevivió.

Vi iglesias ortodoxas completamente destruidas por los bombardeos ucranianos.

Vi la bandera rusa aún izada sobre el edificio anti-Maidan, que hoy es el edificio del Gobierno de la RPD.

Vi el reluciente Donbass Arena, estadio del Shakhtar Donetsk y OVNI en la ciudad herida por la guerra, desierto, sin un alma en las gradas.

Vi la estación del tren de Donetsk bombardeada por los matones de Kiev.

Vi a un sintecho gritar “¡Robert Plant!” y “¡Jimmy Page!” al conocer que sigue enamorado de Led Zeppelin y que ha guardado todos sus vinilos.

Vi una fila de libros que nunca se rindieron tras las ventanas rotas, bombardeadas en Oktyabrsky.

Vi las tumbas recientes donde la RPD entierra a sus héroes de la resistencia.

Vi lo alto de la colina de Saur-Mogila, que la resistencia de la RPD perdió y reconquistó después, donde ahora ondea una solitaria bandera roja, blanca y azul.

Vi al super hombre levantándose de la destrucción en Saur-Mogila: una estatua caída en el monumento a los héroes de la Segunda Guerra Mundial, que hace setenta años luchaba contra el fascismo y hoy ha sido derribado, pero no destruido por los fascistas.


Vi la caldera de Debaltsevo en la distancia y entonces pude apreciar perfectamente, geográficamente, cómo la táctica de la RPD rodeó y apretó a los desmoralizados soldados de Kiev.

Vi al ejército de la RPD de maniobras junto a la carretera que une Donetsk y Lugansk.

Vi al ministro de Exteriores de la RPD con esperanzas de que pudiera haber una solución política en lugar de la guerra, a la vez que admitía que sueña con la RPD independiente.

Vi a dos tremendos comandantes cosacos contarme en granja de cría de caballos en la sagrada tierra cosaca que la guerra de verdad aún no ha comenzado.

No vi el completamente destruido aeropuerto de Donetsk porque el ejército de la RPD estaba demasiado preocupado por nuestra seguridad y nos negó el permiso mientras el aeropuerto seguía siendo atacado, en una violación de Minsk 2; pero vi la destrucción y la foto de los cuerpos de soldados ucranianos apilados en el móvil de un soldado serbio de la resistencia.

No vi, como tampoco lo han hecho los observadores de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa, las columnas y columnas de tanques y soldados rusos que el actual doctor Strangelove a cargo de la OTAN, el general cría-odio, ve a diario en sus exaltados sueños de invadir Ucrania una y otra vez.

Y no vi la arrogancia, la ignorancia, la desvergüenza y las mentiras distorsionadas que esas caras arregladas de Kiev, Washington y Bruselas mientras insisten, una y otra vez, en que la población de Donbass al completo, incluidas babushkas y niños de todas las edades traumatizados, está formada por terroristas.

Después de todo, son cobardes autorizados por la “civilización” occidental que nuca se atreverían a mostrar sus arregladas caras a la gente de Donbass.

Así que este es mi regalo para ellos.

Simplemente un aullido de ira y desprecio ilimitado. 

Artículo Original: Pepe Escobar para Asia Times

Fuente: http://jmalvarezblog.blogspot.com.es/2015/04/aullidos-en-donetsk.html


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