“No todos los miembros de las milicias ultranacionalistas a los que entrena Estados Unidos tienen tatuajes de las SS, no todos abrazan el fascismo. Pero son suficientes para que sea preocupante”, comenzaba esta semana un artículo publicado en The Daily Beast, centrado en la ideología y las contradicciones del batallón Azov. La amplia presencia de simbología fascista ha hecho que ese aspecto sea ya imposible de ignorar para la prensa occidental, que con tanto cuidado ha tratado de evitarlo.
“Una Buena parte del batallón Azov niega, al menos públicamente, tener creencias neo-nazis o de supremacía blanca. En lugar de ello, afirman que el símbolo de aspecto de swastika de su bandera y su logotipo no es una swastika sino una N y una I combinadas para crear “identidad nacional”.
Es difícilmente convincente teniendo en cuenta la ideología de Biletsky, su fundador y comandante militar. Además, los numerosos tatuajes con swastikas que lucen los miembros del batallón y su tendencia a ir a la batalla con swastikas o insignias de las SS en sus cascos hace muy difícil para otros miembros del grupo negar de forma convincente la afiliación neo-nazi”.
El 11 de junio, con un tweet y un comunicado de prensa, el congresista demócrata John Conyers (Michigan) informaba de la aprobación, por unanimidad, de su enmienda para prohibir que el ejército estadounidense pueda utilizar los fondos asignados para la ayuda militar al ejército ucraniano para armar, entrenar o asistir de cualquier otra forma a lo que el congresista define como la “milicia paramilitar neo-nazi ucraniana Batallón Azov”.
Las enmiendas aprobadas prohíben también la entrega de misiles tierra-aire tanto al ejército ucraniano como al ejército iraquí. Conyers resalta las lecciones aprendidas de la historia, especialmente de Afganistán, alegando que la excesiva asistencia militar puede acabar por “tener consecuencias desestabilizadoras y pueden acabar minando nuestro interés nacional”.
“Estoy agradecido a la Cámara de Representantes por aprobar por unanimidad mis enmiendas para asegurar que nuestro ejército no instruya a miembros del repulsivo batallón neo-nazi Azov”, resaltaba el congresista, que frente a la sutileza con la que se intenta tratar en la prensa y en la política occidental a los elementos radicales que forman los batallones voluntarios ucranianos no duda en utilizar los más duros calificativos, “abiertamente neo-nazi”, “fascista” o “supremacista blanco” para definir al batallón.
“Según Reuters”, insistía el comunicado, “el batallón Azov tiene su origen en el grupo paramilitar nacional-socialista “Patriota de Ucrania”, que propagaba lemas de supremacía blanca, pureza racial, necesidad de un poder autoritario y una economía nacional centralizada. El polémico fundador de Azov, Andriy Biletsky, organizó el grupo neo-nazi Asamblea Social-Nacionalista en 2008”.
Como hace unas semanas recordaba la Embajada de Ucrania en España en un comunicado que condenaba lo que consideraba un intento de “desacreditar el batallón voluntario ucraniano “Azov” que forma parte de la Guardia Nacional de Ucrania”, el batallón, racista o no, fascista o no, neo-nazi o no, forma parte de la estructura oficial de las fuerzas armadas ucranianas. Pese al noble intento del congresista Conyers, que trata de evitar que las fuerzas armadas de su país no instruyan a una milicia en la que es prominente una ideología racista y fascista, estas medidas son complicadas de implementar. Integradas en la Guardia Nacional, las fuerzas del batallón Azov recibirán el armamento ofrecido por el Gobierno sin que el Congreso de Estados Unidos pueda hacer nada al respecto.
Pese al escaso recorrido que pueda tener esta iniciativa en la práctica, sí vuelve a dar visibilidad al extremismo que existe en los batallones voluntarios que luchan del lado ucraniano y que fueron la base de la reacción gubernamental a la rebelión de Donbass, especialmente cuando, en un principio, las fuerzas regulares del ejército ni estaban dispuestas a luchar contra su propio pueblo, ni estaban preparadas para ello. Durante meses, la prensa ha desestimado como propaganda rusa cualquier mención a los elementos fascistas que formaban los batallones voluntarios ucranianos para, más adelante, restar importancia a la presencia de estos elementos extremistas.
Tras meses en los que el Gobierno ucraniano y su prensa afín han calificado de patriotas a los miembros de los batallones voluntarios y la negativa de las autoridades a responder a la pregunta de si hay elementos de extrema derecha en esos batallones, incluso el Congreso de Estados Unidos se ha visto obligado a admitir la evidencia. Con líderes como Andriy Biletsky, parecería inevitable.
Aunque, posiblemente por las apariencias, Biletsky se ha visto obligado a moderar, en cierto sentido (especialmente en lo que se refiere al antisemitismo) su retórica, su extremismo está más que acreditado. Frente a que en el pasado ha rechazado el procedimiento parlamentario, Biletsky es ahora diputado, cargo que obtuvo sin una oposición real, ya que tanto el partido de Poroshenko como el de Yatseniuk retiraron a sus candidatos para facilitar que fuera elegido. Como recuerda el comunicado de prensa del congresista Conyers, el origen del batallón Azov, y de su comandante, radica en organizaciones fascistas como Patriota de Ucrania o la Asamblea Social-Nacionalista, pasado que Biletsky comparte con otras figuras prominentes de la nueva Ucrania como Andriy Parubiy. El problema del extremismo nacionalista en el ejército ucraniano no se limita al batallón Azov, como el problema del radicalismo nacionalista en Ucrania no se limita a la presencia de elementos fascistas en los batallones voluntarios, carne de cañón para un régimen cuya única ideología es el nacionalismo.
También diputado y miembro, en el pasado, de esas mismas organizaciones de extrema derecha, Parubiy se reunió en los últimos meses con el ministro de Inmigración de Canadá, con Victoria Nuland, con John McCain o con John Boehner, presidente de la Cámara de Representantes del Congreso de Estados Unidos en su viaje a Norteamérica para exigir apoyo militar al ejército ucraniano. Cuando aún se gestaba el golpe de Estado que días después iba a derrocar al presidente Yanukovich, Andriy Parubiy se reunió también, The New York Times afirma que llegó a la reunión armado y encapuchado, con el embajador de Estados Unidos en Ucrania.
Desde Kiev, Samantha Power, embajadora de Estados Unidos ante las Naciones Unidas, resaltaba ayer lo que considera la diferencia entre Rusia y Ucrania: “mientras uno amordaza a la sociedad civil, el otro lleva a la sociedad civil al parlamento”. Es posible, pero esa visión idealizada de la Ucrania post-Maidan pretende restar importancia a los elementos radicales sin los que Maidan no habría tenido éxito. Parubiy, Bereza, Biletsky, Yarosh o Mosiychuk son solo algunos de los diputados cuya ideología es, abiertamente, de extrema derecha y que, en algún momento, han pertenecido a organizaciones fascistas.
A principios de año, Arsen Avakov anunciaba en su perfil de Facebook que los miembros de una serie de batallones voluntarios serían entrenados, a partir de abril, por instructores estadounidenses. Entre esos batallones estaba el batallón Azov. Ahora, gracias a esta enmienda del congresista Conyers, ha quedado oficialmente registrado que el ejército de Estados Unidos ha estado instruyendo a una milicia “fascista”, “neo-nazi” y que defiende la “supremacía blanca”.
Fuente: http://slavyangrad.es/2015/06/12/congreso-estados-unidos-azov/
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