30 oct 2014

OJALÁ NO SEA DEMASIADO TARDE



Es esta una terriible escena de ‪‬Kiev, septiembre 1941. El pueblo de Babiy Yar. Una madre está a un segundo de morir abrazada a su bebé. El hombre con  un uniforme de las SS, que las matará a ella y al niño dentro de un par de segundos, no es alemán. Él es ucraniano, nacido en una ciudad de ‪Ucrania‬ - Zhitomir. Es miembro de la División "Galichina", y desde el año 1943 participó en los grupos aynzatts. 

¿De dónde se conocen tantos detalles? Prácticamente de él mismo. Esta foto la confiscaron los guerrilleros sovieticos junto con los documentos y las placas de identificación. Las incautaron cuando registraron su cuerpo. Esta imagen monstruosa será uno de los testigos más elocuentes de  las víctimas de los nazis en los juicios de Nuremberg. 

Pero lo que más impresiona, es que dicha foto se guardaba entre las pertenencias personales del banderista muerto. Junto con las fotos de familia y las cartas a los suyos estaba ESTO. Se la guardaba con cuidado, como una foto para el recuerdo. Tal vez incluso para el álbum familiar. Con orgullo mostraría en su vejez a sus hijos y nietos contándoles cómo "luchó con valentía" por la Ucrania independiente que existiría alguna vez.

Los alemanes mataban a los judíos, rusos, bielorrusos, ucranianos. Y los ucranianos asesinaban a los judíos, rusos, bielorrusos, ucranianos. Sólo que los primeros lo hacían con indiferencia y a veces hasta con asco (pero no por compasión a las víctimas, sino porque el trabajo "sucio" no es digno del superhombre ario), mientras que los ucranianos de Galichina y otras regiones occidentales de Ucrania lo hacían con entusiasmo, por pura diversión y placer. 

Ninguno de los dos puede justificarse con semejantes "matices". Pero esta diferencia dice mucho acerca de los ucranianos. 




Unos años atrás tuve la oportunidad de leer un libro polaco muy bien traducido sobre la masacre de Volyn y en general sobre el Movimiento de Bandera (durante unos años en Polonia se publicaban libros como aquél de vez en cuando. En nuestro país no se publicaban jamás, partiendo del principio idiota de “la amistad entre los pueblos”).
Uno de los capítulos – dentro de toda la crueldad increíble de este libro – me impresionó más que otros. Contenía fragmentos o versiones completas de las cartas de banderistas a sus familiares, amigos y compañeros de armas. En una de ellas escribe uno de esos "hombres" sobre el futuro maravilloso de una Ucrania sin “zhidiv” (judíos) ni “moscaliv” (rusos), sobre entrañables conversaciones con sus compañeros y sueños acerca de ello; agrega versos favoritos de algún poeta ucraniano sobre la naturaleza y el hogar, y después, sin cambiar el tono ni la forma de hablar, comienza a describir como violaba y mataba a una niña de diez años, relatándolo con las mismas emociones entrañables. Escribe como luego, acostado sobre el cadáver, fumaba y pensaba sobre la Ucrania libre. Y después de nuevo sobre los ratos de descanso con los compañeros de armas, sobre su casa y su viejita madre... 

Había cartas más terribles aún, a veces las había “casi” sin mencionar crueldades. Lo más importante es lo otro. Los alemanes, aunque no todos, entendían que estaban haciendo el mal. Pero se excusaban con la idea, la obligación, la guerra o una simple orden. Incluso hasta los nazis más acérrimos subconscientemente buscaban una excusa. 

En cambio, los banderistas no se excusaban nunca. El "Mal", como un concepto en sí, no existía para ellos. Matar a un judío, a un polaco y a un ruso – es un bien siempre. Matar a un ucraniano está mal, pero si un ucraniano es "incorrecto" (por ejemplo, porque no habla bien el ucraniano (mova) o habla con acento “indebido”, les tiene pena o ayuda a los judíos, rusos o polacos), entonces está bien matarlo. 

A veces, incluso es un bien matar a un ucraniano “bueno” - si es por la libertad y el bien de Ucrania (de todos los ejércitos que lucharon en aquella guerra salvaje, sólo los banderistas mataban masivamente a sus propios heridos durante el retiro de tropas, y hasta durante los ataques, y ello para impedir las demoras en el avance de las tropas).
Stepan Bandera, en el año 1941, llegando a la ciudad de Lvov y alistando a los "muchachos" para el "trabajo", los motivaba con las siguientes palabras: "¡Sólo Ucrania, su libertad y su imagen sagrada tienen sentido para vosotros! Si me preguntáis a cuántos ucranianos se puede y se tiene que matar por el bien y la libertad de Ucrania, yo solo responderé a cuantos se pueda y se deba."




Todo esto está directamente relacionado con lo que está pasando hoy. Los quemados vivos en Odessa. Slovyansk, convertido en un pueblo fantasma, mujeres y niños muertos, los periodistas ejecutados, avión con pasajeros que son derribados sobre Lugansk, todo ello habla sobre lo mismo: ellos están de vuelta. 

Descendientes directos e ideológicos de los seguidores de Bandera, Shukhevych, Konovalets ... y su calaña. Y nosotros caímos en una pésima situación, porque no entendimos lo más importante - ellos son DIFERENTES. 

Ayer vi la conversación de dos usuarios (no era en mi página). Ambos escribieron insistentemente a una tercera persona que NADIE derribaría a propósito un avión con pasajeros. ¡Eso no puede ser, porque no puede ser nunca,  que los ucranianos derribaran el avión por error! No podían ellos hacerlo a propósito – escribían - deliberadamente, adrede.

Nosotros no queremos creer, que hay gente dispuesta a matarse a sí misma, a su pueblo, a los pueblos vecinos, a todo el mundo ni siquiera por culpa de sus ideas, sino por los sentimientos y emociones, por el odio a todo lo “no ucraniano”. 

Los soldados alemanes y hasta los  oficiales SS que vieron los campos de concentración, escribieron sobre el "odio inhumano" que percibieron en los ojos de los ucranianos. Hoy en día estamos viendo de nuevo esos ojos y todo lo que están perpetrando sus dueños. Miramos, pero no lo queremos ver. 

¡Pobres, fueron engañados! - Lamentamos. - Llegará el invierno y ¡¿cómo los pobres van a saltar, correr y matar?! 

Créanme, lo harán perfectamente. El odio los calentará mucho mejor que nuestro gas. Y si no les calienta, podrán ir y quemar la casa del vecino para calentarse con las llamas que devoran lo último que queda, violando a su mujer y divirtiéndose matando a sus hijos. 

Con el odio se puede exigir el gas y, pueda ser hasta que se lo den. Y luego, ya teniendo el gas, aun así seguirán matando. Solo por puro odio. 

Cometimos un terrible error. Y por ese error ahora vamos a pagar el precio más alto. Judíos - confrontados con el nazismo- cuidan, alimentan y preservan la memoria sobre este mal. Llevan a sus hijos a los museos, campos de concentración y les muestran TODO. Sin consideraciones sobre la psique del niño. Para, dolorosamente, hasta las lágrimas, se les quede impregnado en su memoria, en cada célula de su cuerpo, lo que significa el nazismo y por qué debe ser exterminado.

Al lado de nosotros nació un mal más terrible aún: el de los ucranianos-banderistas. Más obstinado, más cruel, más inhumano. Y más resistente.

Pero nosotros prefirimos olvidar, borrarlo de la memoria. Para "no echar a perder las relaciones", nosotros no abrimos museos ni memoriales; no escribimos libros, no filmamos las películas, ni dimos la palabra a los viejos que aún recordaban aquello...




Me acuerdo como un día mi abuelo volvió a casa en la víspera de las fiestas del mes de mayo que conmemoran el día de La Victoria con lágrimas en los ojos. Eso me impresionó ya que era inusual en él. Incluso el mismo día de La Victoria rara vez a escondidas él se secaba alguna lágrima que se le escapaba...  y de repente vimos a un hombre anciano llorando. 

Más tarde él me contó que durante la reunión en la escuela, donde fue invitado como un héroe de guerra y veterano, en vez de historias que de costumbre se contaban para la ocasión sobre los compañeros de armas y demás, trató de narrar a los estudiantes acerca de lo que vio en Ucrania – en Kiev, en Lvov, en Volyn .. . Pero a él no le permitieron hablar ni diez minutos. La maestra y el coordinador académico, prácticamente, lo sacaron a empujones de la reunión. 

- ¿Cómo se atreve? ¡Aquí podrían estar los ucranianos y sus hijos! - le gritaron en el pasillo. 

Y el abuelo, sollozando, entonces dije que DEBEMOS recordar. Recordar no solo los crímenes cometidos. Recordar que se trata de personas DIFERENTES. "Ellos no son como nosotros" - me dijo mi abuelo y agregó: "ojalá Dios proteja a Rusia y los rusos de su “retorno”. 

Hoy Ucrania es gobernada por los banderistas. Ante nuestros ojos ellos están construyendo una sociedad y el estado de sus sueños salvajes. 

Y todavía no lo entendemos, no queremos entender que estas personas son capaces de cualquier crimen, de cualquier acto de violencia. De cualquier cosa despreciable. 

Cuando quemaban a las personas en la casa de Sindicatos en Odessa, parecía que no puede haber nada más terrible. Cuando bombardeaban Slovyansk, prácticamente borrándolo de la faz de la tierra desde el monte Karachun, parecía que no existía nada más inhumano. Cuando el avión de Malasia fue derribado desde 10 kilómetros de altura, parecía que nada puede ser más vil. Pero la lógica, la razón, las palabras y los recuerdos de mi abuelo me dicen que sí, que sí se puede. Y así será.

Mi hace mucho tiempo fallecido abuelo tenía razón. Y yo, y todos nosotros estábamos equivocados. Pronto todos entenderemos esto. Ojalá no sea demasiado tarde. 

Alexander Petrakov

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